La Iglesia del Cristo del Buen Viaje en Pampatar

La Iglesia del Cristo del Buen Viaje fue inaugurada en 1748
Un viejo cuartel la separa del mar. Ahí está, rodeada de cañones cubiertos por la historia y el salitre. Cañones en los que se sientan un abuelo y su nieta, que pasean debajo del sol caliente de Pampatar. La Iglesia del Cristo del Buen Viaje puede estar sola de lunes a viernes, sin el ruido de los feligreses domingueros, los turistas curiosos, los creyentes de paso.  

Un edificio blanco, con una puerta central y dos puertas laterales, es cobijado por la sombra de los árboles que lo rodean. La madera de la puerta central, que parece abierta siempre, soporta el salitre y la indiferencia de quienes entran en la iglesia sin reparar en la belleza de su color, su textura y sus formas. No es marrón, sino verde, o quizás es la cercanía con el mar o el efecto del sol que cubre a la isla de Margarita la que le proporciona el color.
Viejos cañones sirven de asientos improvisados a las afueras de la iglesia


A las afueras de la Iglesia se puede observar una placa erigida en 1992, en el 50° aniversario de la Junta del Santísimo Cristo del Buen Viaje. En ella se puede leer un poema escrito por José Rosa Acosta,  titulado “Imagen” y fechado en mayo de 1970.

“Patrón y marinero del buen viaje
bueno siempre, hasta en el viaje malo
Cristo viajero, creador de tempestades
con tres salidas.
Y tres arriar de velas.
Viento y bonanza”.

La iglesia fue inaugurada en 1748, diez años después logró el rango de parroquia. Fue elevada a santuario el 8 de agosto de 2002. Los datos no revelan que dentro hay ventiladores que luchan contra el calor y la humedad con la misma persistencia del Cristo que desde el altar observa a sus fieles. La talla llegó de España a comienzos del siglo XVIII, pero además de los símbolos religiosos que se pueden observar en todas las iglesias católicas hay dos joyas artísticas de la época colonial
 “El juicio final” y “Ánimas”, ambas creaciones de Juan Pedro González.

Sentado en las butacas de madera, lejos de los fines de semana o las fechas turísticas, medité sobre los milagros cotidianos que se obvian injustamente, sobre la esperanza y los viajes. El buen viaje debe ser desplazamiento, contemplación del paisaje, recuerdo. Búsqueda hacia afuera y hacia adentro, revelación, aventura y descubrimiento.

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