No hay cambio sin arte


Publicado en TalCual el jueves 19 de noviembre de 2009
El Teatro del Secadero es una agrupación con sede en la ciudad argentina de Mar del Plata. Desde 2001, el grupo compuesto por 16 personas entre actores, escenógrafos, directores, docentes de teatro, investigadores y técnicos cumple con el compromiso de vivir por y para el teatro. Su método de trabajo incluye investigaciones de las obras, los temas y los personajes que pueden durar hasta seis meses antes de comenzar a ensayar.

Mario González es uno de los principales actores del Teatro del Secadero, la agrupación fue invitada al XXXIV Festival Internacional de Teatro de Oriente (FITO) que culmina hoy en Anzoátegui. Para él, es su quinta visita al país, se ha presentado en la Sala del Teatro San Martín y la Casa del Artista en Caracas, así como en anteriores ediciones del FITO y el Festival de Teatro de Occidente. Ahora está de vuelta a la capital venezolana para escenificar Novia en rojoy La Potestad.
Novia en rojo es la ópera prima del periodista Edgar Moreno Uribe basada en el drama que vivió la poeta Esdras Parra al someterse a una reasignación quirúrgica de sexo. La segunda, es una obra del dramaturgo Eduardo Pavlovsky que narra el horror que sufrió toda una generación de niños argentinos criados por los verdugos de sus verdaderos padres. En ambas obras, González es acompañado por las actrices Mary Schulze y Claudia Muriz, bajo la dirección de Mónica Marchini.
-¿El teatro de texto se mantiene a pesar de la profusión del espectáculo sobre la palabra?
-Sí, claro que se mantiene. La década del sesenta en mi país fue muy importante, había un rumbo para conseguir ciertas igualdades sociales y todos esos procesos no se hacen sin el arte. Se mantenía la oposición a estos cambios con una nueva visión estética, estas tendencias instalaban las interrelaciones entre arte y público lo que exasperó a todos aquellos que siempre son los dueños del poder. Esto termina rompiéndose y termina siendo aislado y derrotado en los setenta con la dictadura militar, que no hizo otra cosa que cerrar un ciclo que comenzó en la década del 10 donde también hubo un movimiento fuerte, popular.
-¿Un movimiento masivo?
- Exactamente, con gran participación, pero la instalación del terror y del miedo ocasionó una cultura de resistencia. De la década del setenta en adelante lo que nace es una nueva resistencia cultural que termina entre 1979 y 1980 con el teatro abierto, con el rock nacional de aquella época, que buscaba la manera de reflejar todo lo que sucedía. Aunque quizás se podía sugerir más que decir. En algunos casos había sugerencias o mensajes ocultos en las letras, pero en otros había una manera directa y las consecuencias se sabían: el exilio o la tortura. La mayor parte de los artistas tuvo que irse del país, pero otros resistieron y todo proceso de cambio no se hace sin arte. En el Teatro del Secadero nos planteamos ¿qué somos los artistas? ¿Somos artistas o trabajadores culturales? Y esto tiene que ver con el arte con compromiso.
-¿Cómo hacen para subsistir en Argentina? ¿Reciben patrocinio de la empresa privada o algún soporte del Estado?
- El teatro independiente resiste, nosotros resistimos. No tenemos respaldo ni municipal, ni del Estado central. Lo que puede suceder es que nos ceden algunos espacios para que se puedan realizar proyectos. Más allá del Instituto Nacional de Teatro que nace con la necesidad de sostener a las salas independientes, que son todas aquellas que no sobrepasan 299 butacas, y en esto son cuadrados, hagas lo que hagas si excedes ese número de butacas pierdes el respaldo.
-Lo que puede ser una trampa, porque impide crecer entonces a algunos grupos.
-Es un filtro claro, de todos modos sabemos como se componen los estados, están compuestos de un montón de ideología que a veces enriquece y a veces entorpece.

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