Publicado en El Mundo el viernes 3 de agosto de 2007
En el encuentro matutino con la prensa, cubierta con un traje negro, Elena Poniatowska comentaba informalmente que en la noche mostraría un vestido multicolor para honrar a su México querido, y la escritora cumplió.
A las 7:20 pm, la ganadora de la XV edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos llenó de colores una abarrotada sala del Celarg, que esperaba con ansias sus palabras, frases que atravesaron el recinto como un tren atraviesa un túnel para salir a la luz.
La Poni -como la llaman sus amigos- conversó en voz baja con el escritor Luis Britto García, bajo la mirada atenta del público sentado en las butacas y también de Rómulo Gallegos, sí, del propio autor de Doña Bárbara, quien desde una gigantografía observaba cada uno de los movimientos de las personas reunidas en su casa.
Un cuarto de hora después, entró en escena el vicepresidente Jorge Rodríguez, escoltado por el ministro de Cultura, Francisco Sesto, y el presidente del Celarg, Roberto Hernández Montoya.
La escritora mexicana, ganadora del premio por su novela El tren pasa primero, inició su discurso refiriéndose al jefe de estación del Ferrocarril Central de Venezuela en 1905, el para ese entonces desconocido escritor Rómulo Gallegos.
Comentó que en 1958 tuvo el privilegio de entrevistarlo mientras se encontraba exiliado en México, al igual que el ensayista Mariano Picón Salas, sobre el que prometió hablar en otra oportunidad.
Poniatowska recordó los pormenores de su encuentro con Gallegos, de cómo una joven y desconocida periodista logró quebrar la distancia que imponía un novelista consagrado y ex presidente que no sentía especial simpatía por los reporteros.
También comentó cómo un editorial de The New York Times de 1948 celebraba la victoria en las elecciones, "no de otro rudo y despótico general, sino de un civil".
Con ternura casi materna, Poniatowska rememoraba sus preguntas y las respuestas que emitió el célebre novelista venezolano. "Ser presidente es otra de las cosas raras y distintas que he hecho", le dijo Gallegos a la mexicana.
Luego la ganadora del premio de novela, llevó su discurso hacia otros derroteros: criticó el hecho de que los países de la región no puedan establecer un mecanismo de integración eficiente, como lo hizo la Unión Europea. Argumentó que en "América Latina la subida de unos significa la destrucción del otro...Tal parece que no fuéramos dueños de nuestros destinos".
Para Poniatowska son muchas las cosas que nos unen como región, no sólo el idioma y las luchas sociales, sino "incluso el mismo rencor hacia los Estados Unidos".
Hablan los funcionarios
Después le tocó el turno al presidente del Celarg, Roberto Hernández Montoya, quien en un discurso breve resaltó la importancia de los trenes en las revoluciones y especialmente en la "nuestra".
Por su parte, el vicepresidente Jorge Rodríguez comenzó su intervención reconociendo a Rómulo Gallegos como "el más grande novelista venezolano". El psiquiatra confesó que fue durante una madrugada de 1978 que se acercó a leer La noche de Tlatelolco y alabó la capacidad de Poniatowska de "levantar la voz de los oprimidos".
También reveló el vicepresidente que durante la tarde de ayer suspendió varias reuniones para entregarse al placer de leer El tren pasa primero y aseguró que "uno lee las novelas de Elena Poniatowska y no lee, sino que escucha". Seguramente cuando la escucha, en realidad la está leyendo.
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